A las 10 de mañana aparcamos los coches en el Puerto de las Trincheruelas situado a los pies del pequeño cerro de peridotitas al que estábamos dispuestos a subir, el Abanto.
La ascensión apenas nos supuso alguna pequeña dificultad, siguiendo la valla de la finca La Nava llegamos a la cumbre (1.503 m.s.n.m) sin apenas darnos cuenta, festejamos la conquista, nos hicimos la foto conmemorativa, saludamos a la mole caliza del Torrecilla y continuamos la ruta, ya en bajada, siguiendo la misma valla en dirección Norte.
En la bajada comenzaron las complicaciones, la ruta montañera se tornó alpinista, el vértigo y miedo emergieron en nuestro ánimo y poco a poco nos iba costando más continuar, cada centímetro de bajada había que ganarlo con un torrente de sudor y lagrimas.
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Al borde del precipicio. El Plaza de Armas a la izquierda y al fondo, Sierra Blanca. |
En un momento dado no tuvimos más remedio que tomar una decisión arriesgada, la pared de piedra por la que teníamos que pasar para bajar al Puerto Capuchinos se nos antojó imposible, el miedo nos agarrotaba piernas y manos impidiéndonos cualquier posibilidad de avance. El GPS nos señalaba el sendero que teníamos previsto tomar para volver al Puerto de las Trincheruelas: se localizaba a unos 300 metros de donde nos encontrábamos, pero para llegar hasta el debíamos descender por una abrupta cañada, y allí que nos metimos sin saber que era la boca de un lobo feroz dispuesto a mordernos con furia extrema.
Comenzamos a bajar. La cañada, empapada por el agua recogida en los días anteriores, se desmoronaba a cada paso que dábamos, las piedras rodaban a nuestro alrededor, caíamos uno detrás de otro una y otra vez, el miedo se convirtió en pánico, el tiempo iba pasado inexorablemente dado paso a la fría oscuridad de la noche serrana. A la hora, el GPS señalaba que solo habíamos avanzado 50 metros, aún nos quedaban otros 250 metros de bajada, al paso que íbamos podrían suponer otras 5 horas más.
Creo que fue el miedo a tener que pasar la noche en esa cañada maligna y traicionera lo que nos dio alas para recorrer en tan solo una hora más lo que nos quedaba de recorrido para llegar al sendero que recorre la cara sureste del cerro Abanto y que nos devolvió en un fantástico y tranquilo paseo a los coches.
Celebramos el éxito de la expedición en el Área Recreativa Conejeras cenando bajo la luz de nuestros frontones.
Etiquetas: Cerro Abanto, Sierra de las Nieves