María
Me apunto a contaros mi historia.
Me ocurrió hace cinco veranos en una de mis salidas en solitario por el pirineo, noche de vivaque y ascensión al día siguiente a una de las montañas de la zona.
Un poco antes de llegar a donde tenía previsto vivaquear casi tropecé con María, quién curiosamente había pensado hacer, según me dijo, exactamente el mismo plan, vivaquear y ascender a la misma cumbre, nos reímos por la coincidencia y acordamos seguir juntos el resto del camino.
Llegamos al sito escogido, descansamos, cenamos, charlamos y a las pocas horas ya era tan familiar y querida como ninguna otra mujer lo había sido hasta ese momento, me pareció que el destino nos había juntado, creo que alcancé en esa noche el mayor grado de felicidad que puede alcanzar un ser humano, solo charlamos, reímos, nos miramos, nada más, os juro que eso fue todo lo que pasó entre los dos, no pensamos en nada más, pero ese poco fué … delicioso, maravilloso.
No puedo precisar muy bien en que momento de la noche nos quedamos dormidos, o me quedé dormido, solo se, que cuando me desperté, no quedaba rastro de María, salté del saco, recogí todas mis cosas y me lancé a la cumbre pensando que allí me estaría esperando … pero no, no estaba, no había nadie, solo el horizonte al que contemplé sobrecogido, ya en ese momento, estaba seguro, no iba a volver a ver a María nunca más.
Si alguno de vosotros me pudiera dar alguna pista …
Alberto Cruz
Recibido en la cuenta de correo de GPS ¡Anda Ya! Senderismo Familiar: gpsandaya@terra.es
Me ocurrió hace cinco veranos en una de mis salidas en solitario por el pirineo, noche de vivaque y ascensión al día siguiente a una de las montañas de la zona.
Un poco antes de llegar a donde tenía previsto vivaquear casi tropecé con María, quién curiosamente había pensado hacer, según me dijo, exactamente el mismo plan, vivaquear y ascender a la misma cumbre, nos reímos por la coincidencia y acordamos seguir juntos el resto del camino.
Llegamos al sito escogido, descansamos, cenamos, charlamos y a las pocas horas ya era tan familiar y querida como ninguna otra mujer lo había sido hasta ese momento, me pareció que el destino nos había juntado, creo que alcancé en esa noche el mayor grado de felicidad que puede alcanzar un ser humano, solo charlamos, reímos, nos miramos, nada más, os juro que eso fue todo lo que pasó entre los dos, no pensamos en nada más, pero ese poco fué … delicioso, maravilloso.
No puedo precisar muy bien en que momento de la noche nos quedamos dormidos, o me quedé dormido, solo se, que cuando me desperté, no quedaba rastro de María, salté del saco, recogí todas mis cosas y me lancé a la cumbre pensando que allí me estaría esperando … pero no, no estaba, no había nadie, solo el horizonte al que contemplé sobrecogido, ya en ese momento, estaba seguro, no iba a volver a ver a María nunca más.
Si alguno de vosotros me pudiera dar alguna pista …
Alberto Cruz
Recibido en la cuenta de correo de GPS ¡Anda Ya! Senderismo Familiar: gpsandaya@terra.es
Etiquetas: Relatos
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