GPS Senderismo Familiar Costa del Sol

07 agosto 2006

Viviendo los Pirineos

Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido
Ya he vuelto de los Pirineos. Tanto suspirar por la aventura, tantos días de preparación y al final ya pasó.

La experiencia ha sido mejor de lo esperado. He pasado seis días felices, lo que se dice felices. Hacía tiempo que no sentía este bienestar y contento interior. Así que lo recomiendo a quien lo quiera hacer.

Quizas haya sido una conjunción de fuerza del entorno, recuperar vivencias de hace muchos años, sensación de libertad, ausencia de presiones internas y externas ya que me propuse no ponerme objetivos de obligado cumplimiento, sino ir un poco a lo que me pedía el cuerpo y la cabeza.
En resumen ¡genial! con ganas de repetir.

Tenía previsto siete días de montaña, pero mi jefe me robó uno, ya que no se como me pudo localizar cuando iba por las alturas, sin cobertura teórica de teléfono, pero así fué y tuve que irme a Madrid el último día. Menos mal que fue el último.

Lunes 24 de viaje, avión a Barcelona, coche alquilado vía Monzón, hasta Torla en la entrada del parque nacional de Ordesa.

Días 25, 26 y 27, la vuelta al Vignemale, durmiendo dos días en plena montaña, en la tienda de campaña. Uno de ellos junto a un refugio francés y otro en el valle del clan del oso cavernario (sensación de ser la única persona en el mundo). Algo de lluvia, tormentas y unos paisajes que te dejan sin aliento. Subí al Petit Vignemale de 3050 metros de altura. Quitando la noche solitaria, mucha gente por todos lados.

Día 28 descanso, que aproveché para ir a Panticosa, al balneario, en donde había pasado hace 41 años 15 días montañeros con mi hermano. Visité de casualidad un parque botánico-zoológico en las proximidades, que recomiendo a quien quiera verlo. Se llama algo así como Lacuniacha.

Sábado y domingo 29 y 30, la travesía al Monte Perdido, pasando por la brecha de Rolando, dormida en tienda junto al refugio de Góriz, subida al lago Helado del Perdido (3000 metros) y vuelta al coche por todo el valle de Ordesa. Encuentros con sarrios (la cabra del Pirineo), armiños, marmotas, Edelweis (que casi es un milagro verlas por lo pocas que quedan). En fin naturaleza en estado puro, montañas que te sobrecogen, valles colgados de las cimas, grises y blancos por arriba, verdes intensos en las profundidades. Una autética gozada para los sentidos y los sentimientos.

Lunes, al trabajo adelantado e inesperado. Es decir: fin. Y a volver a soñar.

La mochila bien, las fuerzas también, he vuelto algo más delgado, y al encontrarme con la realidad del día a día casi que me está dando la neura.
Jaime

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